Empiezo por dar las gracias de nuevo al equipo que organizo el AOS en Bilbao. Esto no es ni mucho menos una crítica a ellos, sino a todos nosotros que aceptamos muchas veces cosas sin darles la relevancia que tienen.
Todo empieza porque se me ocurre leer el código de conducta del AOS que no tiene nada de especial, hasta donde yo se fue una copia del código de conducta de otras conferencias parecidas. Hasta aquí nada que reseñar.
Yo no pensaba hacer ninguna de las cosas que «prohíbe» el código, así que no me afecta demasiado. Cuando estoy en sociedad procuro ser respetuoso con todo el mundo. Pero la tolerancia tiene un limite como explica muy bien Enrique Dans en su artículo sobre la paradoja de la tolerancia.
Mi crítica hacia el código es que acepta como intolerables algunos comportamientos, en especial todo lo que tiene que ver con el género y el sexo, pero se deja otros que no tiene en cuenta. A título de ejemplo el código de conducta no prohíbe quemar billetes de 500 € mientras el ponente se jacta de la miseria de muchos.
O permite a los ponentes usar fotos de gatitos que como todo el mundo sabe para muchas personas son un claro ataque a su libertad sexual y les coloca en situaciones incomodas.
Es decir, como resultado de una cultura muy mojigata (creo que la norteamericana) hemos decidido que la forma correcta de tratar temas sexuales es la suya, y que por tanto cualquier otra manera de verlo queda fuera.
Al mismo tiempo otras cosas abiertamente inmorales, para mi y puede que para mas gente, no quedan relegadas porque en la cultura mayoritaria son aceptables.
En la última y desternillante sesión de mindfulless , donde hicimos una parodia de muchas de las modas ágiles de hoy en día, estoy seguro de que alguien se podría haber sentido ofendido, pues estábamos riéndonos de cosas que para algunos son importantes. Pero no tienen derecho a prohibirnos hacerlo por el hecho de que les moleste u ofenda.
Mi queja al respecto tiene que ver con el control que se impone de los «ofendiditos» y como poco a poco vamos cediendo espacios de libertad. No podemos poner el límite de la libertad de expresión en que no debemos molestar a alguien, porque siempre hay alguien que se sentirá ofendido por otro, y yo creo que el limite a la libertad de expresión no podemos ponerlo en cuanto ofende al que lo escucha.
Si en una charla o ponencia alguien usa o dice algo que te ofende, es bien fácil, te levantas y te vas, pero no permitamos que se restrinja la libertad de expresarnos.
No pienso usar fotos de lo que la mayoría considera contenido sexual en mis presentaciones, pero nadie nunca me impedirá usar fotos de gatitos.
Gracias por tu reflexión, Agustín. Creo que entiendo por dónde vas, pero no puedo compartirlo.
En la situación actual en la que estamos, en la que la presencia de minorías en nuestra industria está por debajo de su representación social, creo que hay que ser cuidadoso. Y ese cuidado tiene que ver no sólo con el respeto a la minoría sino con una mirada reflexiva y crítica hacia determinados comportamientos que nos han parecido siempre inocuos y que ahora podemos pensar que no lo son, como las booth babes.
Las booth babes pueden ser una cosa de risa, algo a ignorar, hasta que oyes a mujeres muy respetadas en nuestra industria, que me dan mil vueltas, decir que no van a ferias porque lo primero que les preguntan es si son de marketing y cuando dicen que no, las EXAMINAN. Porque se da por supuesto que si eres mujer, no deberías estar en ingeniería.
Esto se extrapola a bromas que objetivizan a las mujeres en charlas, que he visto más de una vez y más de dos. Estos CoC intentan atajar eso, que es un problema real.
Y creo que el quid de la cuestión es ese: qué son problemas reales y qué no. Creo que el de la presencia de minorías (tiene cojones que tengamos que considerar minoría al 51% de la población, ¿eh?) es un problema real. El de alguien que quema billetes o las fotos de gatitos, no.
Lo que no quita para que si alguien se sube al estrado y se pone a quemar billetes no merezca que se le expulse por memo y se actualice la CoC.
La reducción al absurdo no es una metodología válida en estos casos.
Para mi hay una diferencia clara entre la libertad de expresión y el acoso, es decir, mi opinión me permite descalificarte. Algunos de los ejemplos que pones… no se, el día que alguien queme billetes y se meta con alguien, hablamos de como lo atajamos. Pero es que otras cosas han sucedido, y efectivamente es complicado reflejar esto en un código de conducta, pero peor solución me parece permanecer al margen del problema. Si te digo la verdad, siempre he confiado (desde la organización de un evento) en no tener que hacer valer el código de conducta, porque eso significa que algo se nos ha ido de las manos.